Iniciamos un viaje inolvidable el día que nacemos a la vida y experimentamos por primera vez, con este cuerpo, lo que es el amor. Tendemos a equivocar mucho este concepto. Pensamos que poseemos amor el día que nuestra madre nos acogió y nos abrazó, o cuando nuestro padre nos dijo lo mucho que valemos o el día en que alguien nos besó. Equivocamos el concepto cuando creemos que somos carentes de ese amor porque no lo recibimos o no lo merecemos. Buscamos incansables fuentes dadoras, que enriquezcan nuestras vidas y las llenen de valor. Pasamos gran parte de nuestra vida, buscando obstinados dónde hallarlas, sin que se desvanezcan rápidamente. Personas que den su aprobación a nuestras decisiones y acciones, u otras que vengan a cubrir nuestras carencias.
Hay venenos que poco a poco nos dejan exhaustos y apagan nuestra vida.
El primer veneno es la duda. La incertidumbre, la vacilación o la falta de determinación a la hora de tomar una elección porque nuestras creencias nos limitan y no nos permiten avanzar y crecer.
El siguiente veneno es la búsqueda de la aprobación. Lo correcto y lo incorrecto. Lo bueno y lo malo. Como si tuviéramos que encajar todos dentro de un mismo patrón. Como el hombre negro de la película de Matrix que se reproducía en idénticos clones.
Otro veneno, la preocupación. Establecemos problemas antes del acontecimiento. ¿Y si nos ocupamos en lugar de preocuparos, cuando llegue el momento? Sería una manera de dosificar nuestra energía vital. ¿No te parece?
Otro veneno es el miedo al cambio. La vida quiere que aprendamos, que nos transformemos y mutemos. Pero nosotros nos aferramos a lo conocido. Entonces, lo viejo empieza a oler porque no puede seguir manteniéndose, porque es viejo y obsoleto. Nos atamos a estructuras que no se mantienen en pie por el hecho de hacernos creer a nosotros mismo, que hemos conseguido llegar a nuestro destino cuando en realidad, hay otros mundos nuevos por descubrir. Y de ahí, viene el siguiente veneno, el apego. Esa subordinación sentimental, que llena un vacío emocional con menoscabo de la propia autonomía, repleto de autoengaño y negación hacia uno mismo. Equivocamos un te quiero, por un te amo. Querer es posesión, mientras que amar no genera deuda. Cuando se ama no se esperar nada a cambio. Se da. ¿Ves la diferencia?
El último veneno tiene dos caras, es la culpa y el juicio. Y los pongo juntos, porque van unidos el uno al otro. Todo juicio trae un culpable y la sentencia pide condena. La persona que critica y se culpa, tarde o temprano, atrae a su vida el castigo.
Solo hay un posible antídoto. Sólo uno… el amor. Pero no el amor que se irradia hacia el exterior, sino el que habita en nuestro interior. El que sentimos por nosotros mismos. Donde apreciamos quienes somos y cuán valiosos somos. Ver el amor en nosotros es sentir el valor de ser. Lo llamamos autoestima. Aceptarnos, vernos, sostenernos, acompañarnos en todo momento. Viendo nuestras virtudes y defectos. Sin juicio y sin normas. Esencial para interactuar y armonizar nuestra vida. Para dar lo que tenemos. No podemos dar lo que no poseemos. Porque nuestro reflejo exterior es un reflejo interior.
La autoestima es nuestro pensamiento, emociones y sentimientos, a los que les damos forma a través del tiempo.
Amarnos es ver nuestra Alma y entender la grandiosidad del Universo.
Para mejorar nuestra autoestima debemos volvernos conscientes de nuestro diálogo interno, y dirigirlo conscientemente de manera constructiva.
Una característica de nuestra mente es que es incapaz de albergar dos conceptos contradictorios al mismo tiempo. Eventualmente, uno de ellos se fortalecerá y hará colapsar completamente al más débil. Por eso, la manera de acabar con el ruido es alimentar nuestra mente con pensamientos positivos, benevolentes. Otra cuestión importante es que el ser humano es único. No hay dos seres humanos iguales. Diferenciar los seres que nos rodean, contribuye a crear armonía a nuestro alrededor. Aceptemos la diversidad, pues ahí reside la belleza. La vida es la mejor escuela. Déjate experimentar por ella.
Ante un conflicto: levántate, sacúdete y sigue adelante. Levantarse, es reflexionar sobre lo acontecido; sacudirse es desechar lo que ya no es útil; y seguir adelante, es el proceso de atesorar la lección aprendida. Ahora sabes que si te caes tienes la oportunidad de levantarte con mayor experiencia y conocimiento.
Aliméntate de bellas palabras y premia tus avances. Si quieres que la gente te ame, ámate. Si quieres amar, ámate. Si quieres ser feliz, ámate. La felicidad nace de uno mismo, de pequeñas cosas que te suceden. Aprende a sentirlas. Y ábrete a la vida.
No permitas que el miedo te paralice. Aprende a escuchar de verdad y abandona las comparaciones. Respeta tus límites y los de los demás. No pienses que todo es blanco o negro. Hay una gran gama de colores y el Universo tiende a la totalidad. Abandona la tensión y la ira. Respira conscientemente y plantea soluciones. Abandona el perfeccionismo y vuélvete flexible. Vive el presente y conéctate a la vida. Tu vida. Tú y el amor. Tu propio amor. El más eterno de todos.
Y así te apadrinas:
- Te veo… como un ser bello.
- Te reconozco… como la esencia creadora.
- Perteneces… eres mi vida.
- Eres valioso/a… mi amor.
- Eres importante para mí… mi destino.
“Amarse a uno mismo es tener asegurada una larga historia de amor”. Oscar Wilde