«Nada te ata excepto tus pensamientos,
nada te limita excepto tus miedos,
nada te controla excepto tus creencias».
Marianne Williamson
Para hablar de la culpa hay que introducir un espacio previo que son las creencias. Las creencias a las que nos referimos no son creencias religiosas sino nuestro modo de percibir el mundo. Al nacer, somos como un libro abierto en blanco y a medida que vamos transitando, vamos recibiendo más, noes que sies.
Alrededor de los seis primeros años de vida, estamos muy sugestionables, el cerebro es muy plástico y estamos abiertos totalmente al entorno para asegurar nuestra supervivencia porque somos seres muy vulnerables. Además, las frecuencias cerebrales son las mismas que en estado hipnótico, con lo cual, las experiencias quedan grabadas.
El aprendizaje está muy basado en el premio-castigo. Por ejemplo: no seas malo/a. ¡Calla! Qué están hablando los mayores. No vayas descalzo… Si te portas bien te doy un caramelo, si te portas mal te castigo. ¿Qué genera en mí? Una visión dual del mundo. Ante tanta negación nos vamos cerrando, nos vamos empequeñeciendo y nos identificamos a través de esas leyes que nos han ido inculcando y hemos experimentado. Así es como se van estructurando nuestras creencias. Es lo que nos evidencia en nuestra acción. Nos hacen poner el foco en lo que sí quiero y no en lo que no. Existen crencias culturales como en algunos países, donde el negro es el color del duelo, mientras que en otros, es el blanco. Asimismo, en Oriente Medio, es de buena educación rehusar tres veces la comida,
Un ejemplo muy claro:
«El bacilo del cólera, se dice, provoca el cólera». El profesor Claude Bernand, después de haberles mostrado a sus alumnos, a través del microscopio el bacilo vivo del cólera dentro de un tubo de ensayo, al final del curso, ingirió todo el contenido del tubo de ensayo y acompañó su gesto con una frase célebre: “El microbio no es nada; el terreno lo es todo”. Bebió el contenido entero y jamás fue víctima del cólera. La idea de que el bacilo de cólera produce la enfermedad ¿Es una creencia? La creencia es un vínculo entre dos objetos.
Por ejemplo: nuestros actos nos comprometen. En esta creencia buscaremos evidencia que la confirmen. Las que no, las evitaremos o no les daremos importancia.
Hay dos tipos de creencias:
- Limitantes: creo que no puedo hacerlo
- Generativas: las que impulsan a la acción. ¿Y si pudiera encontrar la forma de hacerlo?
Este códice inconsciente es el que aparece en el caso de la culpa.
Cuando alguien dice: “me siento culpable”, en realidad está nombrando una parte de su realidad psicológica. Este estado implica que hay una voz interior que está diciendo: “eres culpable por lo que has hecho y no mereces ser feliz”. Con lo cual aparecen dos personajes en esta historia: el culpable y el culpador, que constituyen las dos caras de una misma moneda.
El culpador: es el guardián del código que conforma nuestras creencias y una vez lo transgredimos, se activa una señal que informa de que el código ha sido transgredido. Esta señal es la culpa. El culpador da por sentado que ese código que él defiende es definitivo y está más allá de cualquier cuestionamiento. Se pueden oír frases como: “Esta norma tienes que acatarla porque así me lo han enseñado mis mayores. Si lo haces, tendrás todo mi rechazo, mi desprecio y mi castigo!
La cuestión es que el código que está custodiando puede cambiarse.
Ejemplo: Culpador: “Yo te acuso de haber estado con Raúl, mientras lo necesitas es y ahora quieres separarte de él. Tú sabes que está sufriendo y se siente sólo como un perro. Siento desprecio y odio hacia ti y te torturaré para que sepas que eres malo y así no seas feliz”.
Creencia: “No se debe abandonar a quien te necesita”.
El culpado: “Lo que siento es un gran dolor que me asfixia y me oprime el corazón. Siento que me estoy muriendo. Si no dejas de torturarme, me volveré loca. Haces que me sienta muy confusa y no sé que hacer”.
Tratar de continuar la convivencia con Raúl durante un tiempo, permitirá acallar la voz y parecerá que estás en una falsa sensación de bienestar. Pero lo que está acallado, acumula malestar y un día sientes que ya no soportas, que su deseo de separación siga relegado y comienzas a expresarlo. Y vuelve a ocurrir lo mismo, hasta que la voz culpadora vuelve a hacerse sentir y nuevamente se instala el dolor y el no saber qué hacer…
La culpa es, en su naturaleza misma, una agónica tortura sin remedio, como una verdadera maldición.
El culpador tortura en todas sus formas, de manera egoísta, desconsiderada y perversa. El comportamiento usual, es que el código no se modifica, lo que supone una forma de inmadurez psicológica.
La persona que recibe estos ataques, lo dañan y sin embargo le dice que está enseñándole, lo cual produce desorganización y resentimiento.
A cada nueva transgresión, el culpador maltratará una vez más al culpado.
En el ejemplo anterior, la comunicación que debería ser generadora y no limitante, sería: “Yo sé que no está bien abandonar a quien me necesita, pero tal vez haya otra manera de acompañarlo y ayudarlo, sin tener que seguir conviviendo con él, porque ya no soporto la situación y, al final, terminaría dañándome más. Acepto que me adviertas pero no me insultes ni me maldigas, porque eso me desequilibra todavía más. Yo también soy un ser humano y tengo mis necesidades.”
Esto hará que el grado de rigidez del código comience a cambiar.
Tipos de creencias:
– Debes hacer felices a tus padres
– Debes anteponer las necesidades de los otros a las tuyas
– Debes esforzarte al máximo para ser perfecto
– Debes continuar la tradición familiar
– Para ganarse el pan hay que trabajar duro
Para identificar ese lenguaje interior, hay que asumir dos roles: el culpable y el culpador.
Una vez identificado ese lenguaje limitador hay que iniciar un debate de igual a igual. Dos tripulantes del mimo bote.
Una vez identificada esa creencia limitadora hay que sustituirla por otra o readaptarla a nuestro nuevo propósito.
Equilibrio
Lo que sugiero es que la persona busque el acompañamiento profesional para que esa creencia pueda ser sustituida por otra que se adapte más a sus circunstancias, a través de un protocolo de acompañamiento tipo VAK (Visual, Auditivo, Kinestésico) hacia el futuro o plan de acción individual. Además de tratarse como un objeto precioso, lo cual nos hará más fuertes.