El lenguaje invisible de la fibromialgia.
Una mirada desde la Biodescodificación y la Psicosomática para comprender el dolor que no se ve, pero que lo ocupa todo
Hay dolores que no se ven, pero lo ocupan todo.
Dolores que no salen en ninguna analítica, pero que marcan el día, la forma de moverse, de pensar, de sentir.
Dolores que te aíslan. Que nadie entiende. Que a veces ni tú misma puedes explicar.
Así es la fibromialgia.
No llega de golpe, pero un día te das cuenta de que estás agotada de estar agotada.
Que algo en tu cuerpo se quebró y, desde entonces, todo pesa más.
El cuerpo duele al despertar. Duele al moverse.
Y aunque hayas dormido, te levantas como si hubieras corrido un maratón.
Tu mente se nubla, los estímulos se sienten exagerados, el humor cambia sin que puedas controlarlo… y lo peor es que no encuentras palabras para contarlo sin sentir que exageras.
Y entonces aparece esa sensación:
“Será cosa mía”.Pero no lo es.
¿Quieres conocer este caso desde la Biodescodificación y la Fibromialgia? Te lo cuento con detalle en el video:
Puedes escuchar nuestro episodio en Spotify:
Lo que la medicina trata de apagar… el cuerpo intenta expresar
La medicina habla de fibromialgia como un síndrome crónico que no tiene causa conocida.
Ofrece medicación, protocolos, rutinas físicas. A veces ayuda… pero muchas otras, solo aplaza el malestar.
Desde la biodescodificación, la perspectiva es distinta.
No vemos el cuerpo como algo dañado, sino como una parte viva de tu historia emocional.
Cada síntoma —el dolor, el cansancio, la niebla mental— tiene un porqué.
Y cuando lo entendemos, el cuerpo deja de parecer un enemigo y empieza a convertirse en un mensajero.
Esta forma de mirar la salud es la base del Máster en Biodescodificación e Hipnosis Clínica, donde no solo aprendemos a abordar los síntomas, sino a descifrar las emociones que los crearon.
El síndrome de la tortuga: cuando esconderte fue tu única defensa
A lo largo de estos años acompañando personas con fibromialgia, he visto repetirse una escena:
Una mujer (porque en su mayoría son mujeres) que vivió un momento tan duro, tan desbordante… que su única forma de sobrevivir fue meterse hacia dentro.
No gritó.
No huyó.
No pudo defenderse.
Solo se escondió.
Ese es el patrón que llamamos “el síndrome de la tortuga”.
Un retiro simbólico. Un “si no me ves, no me haces daño”.
Y lo más doloroso es que, desde entonces, el cuerpo se queda ahí, atrapado en ese estado de alerta.
Cada ruido, cada olor, cada expresión parecida a la de aquella persona o aquel momento, puede reactivar el miedo.
Y el cuerpo lo recuerda… con dolor.
Si quieres entender mejor cómo esos recuerdos emocionales se convierten en síntomas físicos, puedes leer este artículo sobre el lenguaje del cuerpo, donde lo explico más a fondo.
El ciclo invisible que nadie te explicó
Cuando atravesamos un impacto emocional fuerte, el cuerpo reacciona.
Primero se activa: el corazón late más rápido, la mente no se apaga, cuesta dormir.
Eso es lo que en biodescodificación llamamos simpaticotonía.
Y cuando parece que todo se calma, llega la fase de reparación.
Pero ahí no mejora todo de golpe: ahí es cuando el dolor, el agotamiento y la inflamación hacen su entrada.
Es un momento delicado. Porque si no lo sabes, crees que estás empeorando.
Y ese miedo vuelve a encender el conflicto… como si tu cuerpo dijera:
“Todavía no es seguro salir”.
Ese ciclo puede repetirse muchas veces si no se interrumpe con conciencia.
No estás rota. Estás protegiéndote. Estás recordando.
Sé que a veces duele tanto que una parte de ti quiere rendirse.
Pero lo que te pasa no es debilidad. No es locura.
Es una respuesta biológica. Es memoria emocional en forma de dolor.
Sanar no es olvidarlo todo ni hacer como si no hubiera pasado.
Sanar es darle lugar a lo que pasó sin que te siga controlando.
Es darte permiso para volver a habitarte sin miedo.
Y poco a poco, recuperar la confianza en ti. En tu cuerpo. En tu voz.
Si sientes que esta mirada resuena contigo, y quieres empezar a escuchar lo que tu cuerpo te está contando, el Máster en Biodescodificación e Hipnosis Clínica puede ser ese espacio donde no solo se estudia…
Se vive. Se libera. Se transforma.
Si te gustaría seguir profundizando,
quizá necesites un espacio donde acompañarte.
Un lugar seguro, en contacto con la naturaleza, contigo y con otros que también están en camino.
Con cariño.